Señor Peste
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Sin duda alguna, Nueva Orleans es una de las ciudades que alberga más leyendas y misterios en el mundo. Fundada inicialmente por franco-canadienses que llegaron navegando por el Río Mississippi desde la lejana región de Ontario, posteriormente pasó a manos españolas (período en el cual se construyó la mayor parte de la arquitectura de la ciudad) y luego Napoleón Bonaparte recuperó la ciudad para el control de los franceses y pocos años más tarde se la vendió (junto con todo el estado de Luisiana) a los Estados Unidos. En cada esquina de la ciudad, en particular en las calles del Barrio Francés, se respira un ambiente de misticismo, que viene de una profunda creencia en lo sobrenatural por parte de los habitantes de la ciudad. Si a esto le sumamos su ubicación geográfica, rodeada de pantanos y del Río Mississippi, se hace más fácil entender la confluencia de creencias en lo místico y sobrenatural que arropa a toda la ciudad. Leyendas como los fantasmas de la casa de Delphine Lalaurie o la reina del Vudú, Marie Laveau son pan de cada dia entre las calles de esta antigua y muy pintoresca ciudad, pero la que hoy es motivo de nuestro encuentro se trata de una leyenda que llegó a América desde el viejo continente a manos de los colonos europeos y tal fue su impacto qué fue adoptada por su nueva tierra como propia.